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lunes, 17 de enero de 2011

Absurdo juego


La piel dio señales, el corazón despertó y dio razones a la mente que también tenía sus razones para acallarlo. Escuché al corazón y construí. La mente continuó con su absurdo monólogo mientras la piel disfrutaba y el corazón latía tan vivo como nunca hasta lograr que la mente comenzara a olvidar sus razones.

Pero parece que todos respondemos a estereotipos sociales, culturales, individuales y colectivos. Y en cuestiones de relaciones competimos con el arquetipo, el ideal del otro. A veces encarnado en alguien que existió y pasó, otras ni siquiera eso.

Y parece también que por más esfuerzos que hagamos para salir del estereotipo en el que este arbitrario mundo ha decidido anclarnos y cultivemos nuestra mejor simiente humana nunca será suficiente para dejar de pertenecer a él y evitar que la mente colectiva lo reproduzca en la mente individual cada vez que estemos frente a otro ser humano.

No es decepción lo mío, es dolor e impotencia. Puedo escuchar ahora las razones y hasta las recriminaciones de la mente, pero aún en la tristeza sigo eligiendo al corazón que ha de seguir amando sin razones mientras la piel añore...

Ganaste Mundo, me bajo de este tren que no tiene destino, pero tuvo razón mi corazón: EL AMOR ES POSIBLE y beber de su vino aunque por breve instante fue suficiente antígeno para seguir viviendo sin la sed insaciable de los muertos.

martes, 9 de febrero de 2010

El violín

(A mi Maestro)

En invierno en mi pueblo, pocas ocasiones para la diversión encontraba un niño de siete años. Mi casa estaba junto a una vieja posada que había sabido albergar en tiempos lejanos el paso obligado de los viajeros, y que don Juan, su heredero, mantenía como salón de reunión para los borrachines y los viejos del pueblo.
Mi madre me dejaba permancer allí y hacerle algunos mandados al viejo a cambio de unas pocas monedas, cuando regresaba de la escuela.

Aquel invierno un forastero apareció por el lugar. Me impresionó su potente voz y su profunda mirada, contrastantes con las de los cabizbajos lugareños. El hombre tenía ya algunos años y estaba un poco sordo. Su actitud impaciente y cansada produjo cierto fastidio a don Juan y a los parroquianos.
Apoyó sus bolsos en el suelo, se acomodó en el mostrador y pidió un vino. Lo bebió pausadamente mientras recorría con la mirada el lugar. Se detuvo largo rato observando un antiguo violín apoyado en un estante cercano a la chimenea, casi a la altura del techo. Probablemente alguien lo había puesto allí junto a un grupo de amontonadas botellas vacías de diversas formas y apagados colores, intentando alguna decoración, vaya uno a saber…

Me pareció que la mirada del hombre se modificó al detenerse en el instrumento, hasta podría decir que irradió algún destello.

Sin mediar palabras, pagó el vino, y exhibiendo un billete señaló al mesero el violín y éste asintió con la cabeza.

Con una seña don Juan me indicó que acompañara al viajero al piso superior en el que se conservaban muy mal algunos cuartos que ya nadie utilizaba.
El hombre me dio unas monedas sin percartarse que permanecí detrás de la desvencijada puerta. Tenía curiosidad por saber para qué quería aquel violín.
Por las enormes hendijas pude observar como le quitaba la grasa y el polvo con su pañuelo. Acarició sus curvas y lo acercó a su cara. Intentó tocar algunas notas que sonaban groseras. Lo acomodó, supongo que lo afinaba, y lentamente comenzó a ejecutar.

Cerré mis ojos y me dejé llevar. El hombre, el violín y yo éramos uno envueltos en la magia de aquella melodía.

La voz de mi madre me obligó a bajar las escaleras. Mi cena se enfriaba.

Al día siguiente, cuando regresé de la escuela y aparecí por la posada, casi había olvidado al hombre y al violín y me sorprendió allí su presencia silenciosa que fastidiaba a los borrachines y al viejo, como todo lo ajeno a sus memorias.
El hombre subió al cuarto. Esperé y lo seguí. Esta vez lo observé intensamente mientras ejecutaba su música y en mi imaginación de niño me pareció notar que el violín, en aquel abrazo con el músico,  se transformaba de maderas y cuerdas, en carne y venas.

El hombre acabó su melodía, regresó a su mirada profunda y dura, tomó sus cosas y se marchó.
Don Juan subió para revisar el cuarto con la esperanza de hallar algo de valor y sólo encontró al instrumento inerte sobre la cama revuelta.

Bajó con él al salón y supuse que iba a colocarlo en el estante pero con estupor contemplé que en un impulso ciego lo arrojó a las brasas de la chimenea.
Una mezcla de furia y dolor brotó a través de mis ojos. Contemplando impotente la escena del instrumento en las llamas tuve la extraña sensación de que el violín se estremecía al calor del fuego como en aquel abrazo del artista. Y hasta creo recordar, si de mi no se burla la memoria, que comenzó a sonar la melodía…

N.L
Julio 8 de 2009

Quimera

Cruzo presurosa la ciudad para hallarlo otra vez. El poeta se muere. Su dolor se hace carne en mis entrañas y las estrellas guían mis pasos.
La soledad lo abruma, y en medio de su pena resplandece en lo alto su quimera de amor. Ella lo envuelve en turbulentas aguas, lo mece entre sus olas hasta que enfurecido el mar de su delirio golpea a mi poeta entre sus rocas. En su lucha por alcanzar el sueño de aquel amor lejano, arremete con furia, con ardor, hasta quedar exhausto
La quimera se aleja, el océano gana la batalla. Feroz lo arroja yerto en esa playa a la que llego sin ver el camino, en la noche cerrada de su alma. Desfallece, me acerco, lo acaricio y el calor de mi mano renueva en sus latidos la lujuria por la vieja quimera.
Sus ojos están ciegos y mudos sus oídos. Sólo su piel me siente y entro en el traje dulce de su musa soñada. Perséfone, Medea, Afrodita, Minerva...
Mi corazón, su boca...
Mis recodos, sus manos...
Mis entrañas, su carne...
Vuelve a salir el sol. El poeta se duerme, los ojos del hombre se abren lentamente. El traje de la musa se desdibuja y cae. La mujer pequeñita le sonríe. El hombre la saluda cordialmente, sale ella de escena, a sus espaldas cierra la puerta él. Baja el telón..
Ya sin premura cruzo nuevamente las calles. Mi oscura realidad se ha iluminado con la magna tarea. La ciudad está plena de hombres muertos. Sólo yo tengo vida mientras dure en mi carne el calor de su fuego.
Seguiré mis rutinas. Cuando el hombre se duerma despertará el poeta y correrá detrás de su quimera. Esperaré paciente. Leeré en las estrellas...
Me conmueve el dolor de aquel poeta, su soledad, su pena ...
Más cuando el hombre se despierta, abre sus ojos y en segundo fugaz enfoca en los míos su profunda mirada, yace allí la quimera que atormenta mi alma.


N.L
Junio, 2008





Pavimento

Estoy siendo, conciente de ser semilla, en la corola de una flor perfumada y deslumbrante.
Percibo, soy, estoy viva y llevo en mí la esencia de esta flor, de muchas flores. Abrazo la luz del sol, la fuerza del viento y vuelo libre a mi destino.

Caigo en húmeda tierra, más profundo, más profundo…
Entro en un sueño dulce sin dejar de sentir.
Sol, humedad, vida…
Duermo en la conciencia de mi ser, esperando esa primavera en la que volveré a ser flor, color,aroma, vida y nuevamente semilla.

Mi sueño profundo, preludio de luz, es interrumpido por temblores, intensas sacudidas, ruidos aterradores, rocas, voces, gritos, frío… frío...

No comprendo. Me invade el miedo. Ya no percibo el sol y esta humedad tiene otro olor, otra textura dura y gris. Ya no siento. Una profunda soledad se instala en mi.
Los temblores cesan, los ruidos se acallan, las gris humedad solidifica...

N. L
Junio, 14 2009